
Dios creo al hombre libre; sin ataduras ni maldiciones. Lo bendijo en gran manera y dispuso grandes cosas para él.
En el plan perfecto del Padre para sus hijos no estaba la esclavitud pero por medio del pecado, el enemigo entró y con su lazo de cazador ha mantenido cautivos a los hijos de Dios.
Esto sucede porque por la naturaleza pecaminosa del hombre ha entregado derechos a satanás a través de sus deseos, vicios y maldad; generando que su alma sea un aval con el cual pueda ser sometido a las garras del diablo.
Pecado de Generación en Generación.
Aun cuando Dios ha declarado libertad para sus hijos; es el hombre quién debe decidir si sigue atado a los lazos del diablo. En ocasiones estas ataduras arrastran iniquidades sobre las generaciones venideras creando un conflicto espiritual sobre los hijos que vienen.
Parece injusto, los padres coman las uvas y los hijos sufran la dentera; pero si no se rompe con las ataduras y el patrón pecaminoso lamentablemente sucederá.
En la Biblia se describe que estas personas son como sepulcros abiertos; llenos de amargura; anda de miseria en miseria; su boca habla engaño y su corazón no se cansa de hacer mal; no tiene paz y su corazón está lejos de Dios.
Tenemos que entender, que separados de Dios nada podemos hacer.
Rompiendo las Cadenas.
Para romper las cadenas que nos atan al pecado, debemos comprender que primero debemos volvernos al Padre. Solo delante de su presencia podemos desatarnos del yugo de esclavitud que está sobre nuestras espaldas y ser libres.
Confesar que somos pecadores.
Para ello; primero debemos confesar que hemos pecado; que somos cautivos y reconocer que Dios tiene el poder de hacernos libres y restablecer la autoridad que el diablo ha querido arrebatarnos.
Solo a través del arrepentimiento sincero podemos tener libertad de las cadenas de pecado que el enemigo ha impuesto sobre nosotros; pero debemos ser diligentes y volver el rostro a nuestro Padre celestial para que nos limpie de pecado.
Tenemos que ponernos a cuenta con Dios y multitud de pecados serán perdonados; porque quien nos amó primero no quiere para nosotros que andemos cautivos sino libres.
“Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos…”
Isaías 1:18 (RVR1960)
Cristo nos hizo Libres.
El Señor Jesús nos hizo libre de pecados a través de su sacrificio en la cruz. Este acto en el mudo espiritual, le arrebató el derecho que Satanás tenía sobre los hombres; pues Cristo le arrebató el acta de los decretos que tenía sobre nosotros y la clavó en la cruz exhibiéndola públicamente.
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: maldito todo el que cuelga de un madero)
Gálatas 3:13
Esclavos por el Pecado.
Si ya hemos sido libres del pecado; ¿por qué seguimos en esclavitud? – porque vivimos según los deseos de la carne. Debemos quitar de nuestro corazón la avaricia, lujuria, orgullo, lascivias, altanería.
Si no estamos dispuestos a pagar el precio de nuestra libertad; entonces somos sujetos por el pecado que mora en nosotros al enemigo; esto trae maldición luto y muerte; pero solo Dios puede romper estas cadenas; debemos venir delante de su presencia y rendirnos a Él para ser libres.
“Porque tú quebraste su pesado yugo, y la vara de su hombro, y el cetro de su opresor, como en el día de Madián”
Isaías 9:4
Venciendo las Maldiciones
Debemos vencer las maldiciones; pues nuestras luchas no son contra sangre ni carne; sino contra principados y potestades que se encuentran en las naciones celestes.
Es por ello, que debemos tomar la armadura de Dios y atacar contra las asechanzas del diablo. Tomar la autoridad que Cristo nos dio, al morir por nosotros en la cruz y liberarnos del lazo del pecado.
Somos nosotros quienes debemos preparar nuestros pies para la batalla y vencer al enemigo que no descansa para vernos destruidos; tenemos que activar la fe y las bendiciones que Dios nos ha entregado para ser libres y vivir conforme a la gracia con la que nos ha llamado el Señor.
“Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Jehová”
Jeremías 15:20 (RVR 1960)
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