
Somos hijos de Dios; él nos ha otorgado el don ser llamados así; y con ello todo lo que representa un heredero de los cielos
Para ser llamados sus hijos principalmente tuvimos que escucharlo y este acto tiene que ver con obediencia.
Los hijos obedientes honran al Padre que los escogió; trabajan en lo que se les manda; atienden a su voz y adquieren sabiduría de todo lo que administran de su Padre y rinden cuenta de su servicio.
“No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, Él os lo dé.” Juan 15:16(RVR)
¿Qué exige Dios?.
El Señor exige que seamos hijos diligentes, obedientes y comprometidos. Que estemos firme pues somos sus herederos; hijos de un Dios vivo que nos cuida y que nos ama y que no permitirá que las adversidades nos consuma.
Debemos tener presentes el valor que Él nos ha dado nos ha llenado de autoridad espiritual y la obediencia a Dios es recompensada por su gracia y favor.
“En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.”
Romanos 12:11 (RVR1960)
Restableciendo la Autoridad.
El hombre había perdido autoridad; Satanás era el gobernado de este siglo y los sometía en el pecado como él quisiera colocando cadenas de esclavitud por sus iniquidades y maldad en su corazón.
Cuando Jesús murió en la Cruz del Calvario; tomo el pecado de la humanidad en su cuerpo; el enemigo pensó que había vencido pero resulto que ese fue el pago que Dios hizo por la humanidad al entregar a su hijo al morir por nosotros.
Este hecho hizo que Jesús arrebatara el derecho que Satanás tenía sobre nosotros al exponer el acta de decretos que tenía en nuestra contra, clavándola en la cruz y restaurando la autoridad del hombre
“anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz,
Y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” Colosenses 2:14-15.
-
Oídos prestos para Dios.
Escuchar a Dios es entender que Él nos ha coronado de poder; que ya no estamos sujetos al pecado que el sacrificio que el Señor hizo derrite las cadenas que nos atan y nos hace libre para tener una nueva vida y en abundancia.
Para disfrutar de este premio debemos ser obedientes al llamado que Dios nos hace; tenemos que saber escuchar la voz de Dios y someternos de buena fe a su voluntad; que es buena perfecta y agradable para nuestras vidas.
-
Volviendo al Padre.
Dios tiene en su corazón grandeza para sus hijos; los ha llamado a cosas grandes pero si nuestro oído no está presto para Él nada podemos lograr.
El Señor ha restaurado nuestras vidas; ha limpiado la iniquidad, el pecado; ha cambiado nuestras vestiduras. Él es un Padre fiel. Somos nosotros quienes nos apartamos de él por nuestras rebeliones.
Debemos volver nuestro rostro al Padre; estar delante de su presencia y rendirnos ante él.
-
La Identidad que Dios nos da.
El Señor nos da una nueva identidad y moldea nuestras vidas; puliéndonos como piedras preciosas porque es el valor que Dios no da.
Ya no podemos seguir pisados por el Diablo. Dios no dio la autoridad espiritual y la obediencia a Él para lograr grandes cosas y no para andar como mendigos recibiendo las migajas que caen de la mesa; ¿por qué andar así?, si Dios no brinda un lugar en el trono celestial.
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.”
Santiago 4:7 (RVR95)
-
Libertad que viene de Dios.
Ya no andamos en oscuridad; ahora es la luz de Dios que nos guía para cosas grandes con su autoridad y poder.
Escuchar la voz de Dios es tener la certeza que él tiene para mi planes maravillosos; puedo estar tranquilo, obedecer su voluntad me hace libre; pues si Él me guía no soy como los simples; si no como los entendidos que disciernen entre lo que conviene o no para sus vidas. Eso es la obediencia a Dios.
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.”
Romanos 8:14(RVR1960)